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Domènec Biosca, presidente de la Asociación de Expertos y de Dirección de Empresas Turísticas
Estos años de tantos y rápidos cambios desnudan a muchos de mis amigos directivos, que construyeron sus valores en la época de la abundancia fácil, la lujuria y los derechos gratuitos sin límite. Tuvieron éxitos, o mejor: vivieron éxitos con todos los vientos a favor. ¡No se les ocurrió pensar que debían aprender para saber navegar sin viento!

Cuando me comentan su situación actual recuerdo automáticamente cómo trataban a los que no estaban en su onda. En el pecado está la penitencia, porque la falta de humildad y generosidad es un castigo con vencimiento que, como el cartero, “nunca olvida la puerta ni el número”.
Aprovechando un largo vuelo de Madrid a Buenos Aires, aún impactado por la historia de un buen amigo, ahora ya dos años en paro, me decidí a escribir el título de esta reflexión con la única intención de dar un poquito de autocrítica en los momentos que vivimos de éxitos con éxtasis, porque lo son de una etapa, pero como en el ciclismo, ganar una etapa no garantiza el éxito en la meta, porque el esfuerzo no es el mismo en una etapa de montaña que llana.
La vida es la suma de etapas y cada una de ellas tiene una misión que cumplir, a fin de poder alimentar los valores necesarios para conseguir el éxito de la siguiente. Si no se saben cuáles son y no se trabajan, no se conseguirán, debilitando los factores del éxito de la etapa siguiente.
Todos conocemos amigos que se bajan en una estación equivocada. En el símil ciclista, abandonan en una etapa sin llegar a la meta, quizás porque consideran que aquella estación, aquella etapa, era su meta. Otros corredores se han preparado para conocer cuál es su meta a largo plazo. La meta es su vida, no la etapa de su vida.
Los éxitos fáciles atacan directamente al esfuerzo, a la humildad, a la autocrítica, a la comprensión, a la generosidad, a las antiguas ilusiones, a la innovación, a la sencillez, a la proximidad… En definitiva, a visionar las próximas etapas, a vivir que el éxito de una etapa no es una final, es una oportunidad para seguir creciendo, y preparar los cambios acelerados que la siguiente etapa nos deparará.
Para resistir las debilidades y abandonos en alguna etapa, al igual que les ocurre a los deportistas, es preciso visionar constantemente la meta a la cual se quiere llegar, no centrando las emociones en los esfuerzos necesarios para ir superando etapas, dibujándolas como esfuerzos negativos o renuncias.
Cuando estas sensaciones – pensamientos ganan a la pasión-ilusión por llegar a la meta, lo más probable es el abandono en una etapa, abandonando la meta. Por este motivo es fundamental comprobar si el deseo, la determinación, la obstinación, el convencimiento, la voluntad, dígalo como desee, es total para llegar a la meta.

No hay mayor peso emocional que haber renunciado a un proyecto por pequeños y sucesivos actos de debilidad

A buen seguro, mi paciente lector conoce demasiados casos que abandonaron la meta y después se lamentaron. Les falló la determinación porque ganaron los pesados esfuerzos, en definitiva: “pan para hoy y hambre para mañana”. Porque no hay mayor peso emocional que haber renunciado a un proyecto por pequeños y sucesivos actos de debilidad.
Quisiera transmitirles la importancia de la formación positiva para ir convirtiendo las conductas espontáneas en las conductas aprendidas necesarias para poseer los valores que nos llevaron a la meta deseada y muchas veces soñada.
¿Cuántas historias conoce de amigos que convirtieron sus sueños de pequeños en su realidad de adultos? De pequeño ya quería ser piloto, o médico, o policía o maestro, y lo consiguió. Cuando esto ocurre acostumbramos a escuchar “ha nacido para ser médico o bogado o maestro”. Como si al nacer la suerte estuviese echada y sin hacer nada se llegase a ser.
Otra característica de los que creen en su meta es que van creando circunstancias a su favor porque crecen en la felicidad del deber-pasión cumplida no impuesta. Esta convicción genera una felicidad visible que vuelve a ser comentada con la consabida “es muy feliz porque hace lo que le gusta”, como si el gusto lo consiguiera todo.
Una vez más, la determinación en conseguir la meta tapa los días y horas dedicados al esfuerzo, alegre, feliz y continuado, porque en la mente y el corazón está la meta.
Deseo escribir otra crítica a los que por ambicionar sólo su etapa desarrollan conductas tóxicas contra los demás que corrían en la misma carrera, olvidándose de la meta.
Quiero recordarles que las prebendas de algunas etapas arruinan los valores necesarios para llegar a la meta. Ojalá que algunos aprendan que sin esfuerzo, o con el esfuerzo de los demás, todo lo relatado acaba siendo considerado como un derecho adquirido que anestesia, otra vez, la determinación de ser útil y resta recursos para los que de verdad lo necesitan.
Y como los recursos no son infinitos, aunque algunos lo prediquen haciendo ver que se lo creen, las apuestas que generan más recursos se quedan sin la financiación necesaria. El resultado lo conocemos todos: paro.
Volviendo a la meta, para conseguirla es necesario reforzar el trabajo, la formación, el entreno repetitivo que con la alegría y positivismo que exhibe el que sueña y visiona.

La creatividad de Mozart, de Messi y de otros muchos no es fruto de una improvisación divina, es la consecuencia de horas de repetir y repetir las técnicas y las jugadas, hasta convertir la inspiración en una conducta aprendida que surge sin pensar, fluyendo como una cadena sucesiva de virtuosismo

Le recuerdo que la creatividad de Mozart, de Messi y de otros muchos no es fruto de una improvisación divina, es la consecuencia de horas de repetir y repetir las técnicas y las jugadas, hasta convertir la inspiración en una conducta aprendida que surge sin pensar, fluyendo como una cadena sucesiva de virtuosismo.
No olvide que la inteligencia también es la memoria aprendida sobre la que el esfuerzo y las habilidades van constituyendo más memorias para poder actuar sin fallos en una demostración de la lección aprendida.
Recuerden lo que comentan con sus hijos cuando aprueban una asignatura después de haberla suspendido: “ahora si que llevabas la lección aprendida”.
Invito a los lectores a que reflexionen con estos pensamientos que a buen seguro le ayudaran a conocerse a ustedes y a los demás, más y mejor, facilitándole querer crear su meta para crecer y poder ayudar a los que le rodean.
Conseguir la meta facilita la felicidad, porque conseguimos estar donde queríamos estar y habíamos soñado estar, al combinar las tres necesidades que alimentan la felicidad: el placer del éxito, la independencia que otorga el éxito y las emociones que genera el éxito.
Quiero llamar la atención de la repetición tres veces de la palabra “éxito” ,que es individual, subjetivo e intransferible y, en consecuencia, la gasolina del querer ser y estar, dos ingredientes que juntos compensan todo esfuerzo, creando el placer de apostar por la meta a largo plazo.
 
Sobre el autor: Domènec Biosca i Vidal es autor de 32 libros de dirección de hoteles y de la gestión eficaz de destinos turísticos. En 2011 obtuvo la Medalla al Mérito del Conocimiento Turístico. Es también Premio Nacional de Hosteleria 2008 como Mejor experto en Hostelería y Turismo.