El infalible picoteo marca la oferta de muchas nuevas aperturas de restaurantes. Los hermanos Van Dulken, creadores de La Vanduca, presentan en el nuevo Santancha un ambiente cómodo y acogedor con una carta desenfadada con platos para compartir y medias raciones, y un ticket medio de 35 euros: básicamente, lo que demandan muchos consumidores en la actualidad.

Santancha ha aterrizado en el castizo barrio de Chamberí (Santa Engracia, 41). Es el nuevo proyecto de los hermanos Van Dulken, creadores del espacio La Vanduca, abierto en 2015. Su gran éxito les ha llevado a abrir este nuevo espacio cerca de su casa y de las calles de su infancia. El propio nombre del local, «Santancha», es un juego de palabras entre Santa Engracia y Chamberí con el que los propietarios, de origen malagueño, han querido reflejar el profundo cariño que sienten por el entorno donde está su nuevo negocio.

Profesionalhoreca, fachada del restaurante Santancha
La elegante fachada del restaurante Santancha, que cuenta con dos plantas

Aunque la carta de Santancha comparte platos y filosofía con su “hermano mayor”, los Van Dulken tenían claro que el nuevo restaurante debía tener su propia personalidad. Por ello han recreado un lugar acogedor, en el que el cliente se puede sentir como en casa y disfrutar de una comida agradable, sabrosa, elaborada con buena materia prima y a un precio razonable, con un ticket medio en torno de 35 euros.

La cocina de Santancha está dirigida por Blanca Van Dulken, que lleva trabajando como chef desde 2010. Ha diseñado una carta informal y desenfadada, para gustar a todos, a base de ingredientes de calidad (todas las carnes, por ejemplo, son de Discarlux) y con platos y medias raciones para compartir. Todo ello, bien regado con una bodega muy bien surtida y a precios contenidos.

La chef ha creado nuevos platos especialmente para Santancha (tiradito de salmón ahumado con salsa de cítricos y cebolla frita, el falso risotto de carrillera al vino tinto con parmesano… ). Los amantes de la carne deberán probar su nuevo pepito de solomillo de vaca en pan brioche o la hamburguesa Santancha. Y no faltan algunos platos “estrella” de La Vanduca, desde las croquetas caseras de jamón hasta las bravas (con un toque de chipotle y kimuchi), pasando por los langostinos en tempura, los huevos con patatas, panceta y trufa…

Profesionalhoreca, platos del restaurante Santancha
Tosta de matrimonio de anchoa y boquerón con salmorejo y tiradito de salmón ahumado con salsa de cítricos y cebolla frita, platos de Santancha

Además, los fines de semana (desde el viernes y hasta el domingo), Santancha ofrece a sus clientes un apartado de platos más especiales, con guiños a la temporada. Atención a postres traídos de La Vanduca, como la torrija caramelizada con toffee y helado y la tarta de limón con merengue. También se ofrece un menú del día, de lunes a jueves, por 17,50 euros.

Un cuidado interiorismo

Sofía Calleja es la responsable del agradable interiorismo de Santancha, que cuenta con dos plantas. Para conseguir la sensación hogareña y de confort que buscaban los propietarios, ha apostado por colores cálidos, en tonos tierras, ocres, rosas y amarillos.

Profesionalhoreca, sala del restaurante Santancha
Color, calidez y texturas en el interiorismo de Santancha

El resultado es un lugar acogedor, fresco y divertido gracias a la mezcla de estampados y texturas como terciopelos, con otros materiales más rústicos y sencillos, como el lino o el algodón, e incluso plantas.

Este contraste también se logra con la combinación de fibras naturales, como el bambú y el mimbre, con lacas texturizadas, metales y maderas.

También destaca el empleo del color negro en algunos elementos, como la barra de la planta baja, el pasamanos de la escalera o algunos marcos.

Profesionalhoreca, barra y planta baja del restaurante Santancha
Negro lacado en la barra del bar

La interiorista también ha querido usar espejos para conseguir no solo mayor sensación de amplitud, sino también una visión global del local desde cualquier rincón. El restaurante tiene dos plantas: una a pie de calle, con barra y mesas (varias de ellas, altas) y un comedor en la zona superior, con un apartado con dos mesas, ligeramente separado del resto de la sala por una cristalera, en el que pueden caber hasta 16 personas.